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Lectura día:

lunes, 7 de abril de 2025

Primera lectura


Dn 13,41c-62 (forma breve)


Ahora tengo que morir, siendo inocente


Lectura de la profecía de Daniel.


EN aquellos días, la asamblea condenó a Susana a muerte.

Susana dijo gritando: «Dios eterno, que ves lo desconocido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí». Y el Señor escuchó su voz. Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz: «Yo soy inocente de la sangre de esta».

Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron: «¿Qué es lo que estás diciendo?».

Él, plantado en medio de ellos, les contestó: «Pero ¿están locos, hijos de Israel?¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenan a una hija de Israel? Vuelvan al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».

La gente volvió a toda prisa, los ancianos le dijeron: «Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».

Daniel les dijo: «Sepárenlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».

Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo: «¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: ``No matarás al inocente ni al justo``. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».

Él contestó: «Debajo de una acacia».

Respondió Daniel:

«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».

Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:

«¡ Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacían con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con ustedes; pero una mujer judía no ha tolerado su maldad.

Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».

Él contestó:

«Debajo de una encina».

Replicó Daniel:

«Tu calumnia también se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con ustedes».

Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron. Aquel día se salvó una vida inocente.


Palabra de Dios.


Salmo


Sal 23(22),1-3a.3b-4.5.6 (R. 4a)


R. Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo.


V. El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R.


V. Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R.


V. Preparas una mesa ante mí, 

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R.


V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R.


Evangelio


Jn 8,12-20


Yo soy la luz del mundo


Lectura del santo Evangelio según san Juan.


EN aquel tiempo, Jesús habló a los fariseos, diciendo:

«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».

Le dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero».

Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy;

en cambio, ustedes no saben de dónde vengo ni adónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre; y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre».

Ellos le preguntaban: «¿Dónde está tu Padre?».

Jesús contestó: «Ni me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre».

Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.


Palabra del Señor.



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